Trazar un límite
Podemos trazar un límite saludable entre nosotros y algunos de nuestros vínculos, es decir, nos podemos desligar de sus asuntos, no cargar con ellos, para hacernos responsables de nuestros propios asuntos. Puede ser que tengamos familiares o amigos con rasgos codependientes no resueltos. Estas personas pueden ser adictos a la desgracia, al martirio, a su imagen o a su propio ego.
Quizás tengan una historia detrás que los hace ser como son. Un secreto sin elaborar que los transforma y que habita en lo profundo de su ser.
Podemos tener vínculos adictos al exceso, o a su única forma de ver el mundo, que intentan acomodar según un modelo en el cual se sienten sostenidos, una estructura frágil hecha de la validación y de miradas ajenas.
Incluso nuestra familia puede tener disposición al aglutinamiento o a su contrario: escaso contacto o hecho de forma disfuncional. Pueden nuestras relaciones tener tendencia a la manipulación.
Podemos ser como nuestros vínculos.
Podemos amarlos.
Sin embargo hay que recordar que somos seres humanos individuales con derechos y asuntos personales. Uno de nuestros principales derechos es el de empezar a sentirnos mejor, independientemente de que nuestras relaciones elijan hacer lo mismo o no. Este camino es difícil, e implica atravesar nuestro interior o en palabras de Nietzsche :“Es necesario que haya cierto caos dentro de uno para dar a luz a una estrella”. Dar a luz una fuente de luz, que armoniza nuestro ser.
No tenemos que sentirnos culpables por descubrir el bienestar y una vida que funciona. No tenemos que hacer nuestros los asuntos de la familia o de nuestros amigos para demostrarle nuestra lealtad y nuestro amor.
A menudo, cuando empezamos a cuidar de nosotros mismos, algunos integrantes del sistema relacional donde estuvimos inmersos pueden responder con intentos abiertos y encubiertos para hacernos caer dentro del viejo esquema y retornar a los antiguos roles. No tenemos por qué hacerlo. Sus intentos por hacernos sucumbir son asunto de ellos. El hecho de que cuidemos de nosotros mismos y nos sintamos mejor no quiere decir que no los amemos. Lo que quiere decir es que estamos solucionando nuestros problemas, y que queremos estar mejor.
Es conveniente no juzgarlos por que tengan asuntos sin resolver, pero más importante aún es no permitirles que nos hagan lo que quieran simplemente porque son nuestros amigos o parientes.
Ahora nos empezamos a sentir un poco más libres, la libertad acarrea un monto de angustia, hay en ella cierto vértigo, somos libres para cuidar de nosotros mismos con todos nuestros amigos y con nuestros familiares. Nuestra libertad comienza cuando dejemos de negar no solo nuestros focos de conflicto sino también sus problemas y, en forma adecuada pero asertiva, se los devolvemos para, de esa forma, poder solucionar los propios. Y así dejar de ser un espejo funcional de un rol fijado en el tiempo.
Somos seres, y nos relacionamos, queremos, sufrimos y amamos pero por el hecho de pertenecer a un determinado grupo o familia no significa que no tengamos derecho a solucionar nuestros problemas, a crecer, a querer ir hacia la salud, a tomar decisiones más auténticas, ellos también tienen derecho a sus propios problemas y el derecho a elegir cuándo y dónde solucionarlos.
Puedo aprender a apartarme con amor de sus problemas. Y hay que estar dispuesto a sortear cualquier sentimiento para lograrlo.