La soledad en la salud
Dedicado a Pato Connell por su comentario del texto “Trazar un límite”, que dio origen a la siguiente reflexión:
Se suele asociar la soledad a factores de riesgo para la salud, y es en gran parte así, pero creo que se engloba el concepto en un espectro de emociones demasiado amplio. También puede existir una soledad interior o elegida, que se opone al ruido de los omnipresentes estímulos del mundo que habitamos, y también una soledad enmascarada, su contrario, la presencia de la ausencia: rodeados de tantos vínculos efímeros que ninguno se sostiene.
No es lo mismo estar presente que estar disponible.
La soledad puede presentarse a la persona que elige salir de un entorno patológico, al emprender un camino terapéutico, al dejar de visitar los sitios que anclaban su goce destructivo, sitios visitados por sus fantasmas, que casi pueden sentirse como vínculos reales, pero que les falta un elemento esencial para constituirse como tal: el cuidado hacia el otro. El interés de este tipo de ambiente suele girar por un símbolo, que puede ser dinero, alguna sustancia, dependencia, fanatismos, o las miles de variables que puede adquirir el precio del alivio de que “algo”, cualquier objeto, piense por nosotros, “pensar es entrenar la tristeza, para que pensar si podes consumir” Capussoto (filósofo del abismo) con ironía nos lleva a otro filósofo “atrévete a pensar” una sentencia que marcó revoluciones. Y dejo por hoy las citas, por que como dijo un amigo, cuando uno cita mucho es por que quizás necesita cierto respaldo en sus palabras, y me gustaría disentir mas, pero mi fuero interno adhiere plenamente a esa observación.
”Soledad, te traigo mis cicatrices”*
No solo esta solo quien decide romper lo establecido para volver a armar su sistema vincular en busca de sanar su subjetividad y volver a elegir aquellos vínculos significativos, sino también, debido en parte al decurso de las nuevas tecnologías, también el sujeto se vuelve difuso, pierde su sentido, la soledad inunda de nuevo el consultorio, quejas somáticas lo acompañan, como queriendo expresar a dúo el sufrimiento múltiple de un mundo que no da respiro, que somete, que ahoga, y que aísla. Encrucijada de vientos, el sentimiento de estar sólo no pertenece a una etapa vital, sino que se erige como el paisaje cotidiano que ya no vemos, aunque nos duela, habrá que asumirlo, lo naturalizamos. Lo negamos (en parte), por que es un modo de funcionamiento social, y aunque intentemos aproximarnos a un otro, no solemos tener el suficiente tiempo, ni el silencio, ni la actitud lúdica, ni la escucha, ni el salirse de sí, necesario para ser permeable, para vincularse, para ser continente, depositario o confidente. El mundo se volvió un lugar demasiado útil.
¿Pero que alternativas tenemos?, ¿Como movernos en sentido opuesto de la tendencia que parece querer unirnos tanto hasta disolvernos en una nada objetal?
Podría dejar de escribir en este instante, y que las preguntas resuenen en cada uno de nosotros, pero voy a extenderme mas allá de una frontera para esbozar tres posibles ideas.
El espacio terapéutico es un lugar que devino subversivo, por que invita a pensar, a cuestionar, las imágenes que nos prometen hedonismo ilimitado ¿son reales?, ¿o es real la angustia que lleva la marca del no poder dormir por las noches, cierta ansiedad que empieza a destilar desde el cuerpo cuando las luces y las pantallas se apagan?
El arte o su otra forma, el amor, creo que son verdaderos antídotos frente a la soledad, el primero, no solo nos conecta con lo indecible, la frontera misma del ser humano donde ya deja de simbolizar, sino que también nos hermana con las generaciones que horadaron la tierra que pisamos, desde Blake a Piazzolla un arco resonante de símbolos que nos reconcilia con la vida.
La amistad, que se sustenta en el cuidado del otro, que no conoce de utilidad, ni de temporalidad. Su lenguaje es propio, teñido de un humor característico, una forma de enfrentar la vida junto a otro, un complice, de nuestros secretos, de nuestros miedos, un faro para cuando ya no hay ninguna luz que nos guíe. Creo que todos nos cruzamos al menos una vez en la vida con una amistad verdadera, pero a veces, tiene tanta fuerza que la dejamos hundirse en un mar de nimiedades.
Hernán Connell
*Soledad - Jorge Drexler