El tiempo arrasó al jardín definitivo

Vivimos presionados como nunca antes por la tiranía del reloj, nuestra sociedad actual de consumo tiene el imperativo de valorar la producción y medirla en tiempo monetizable, pero no termina ahí, también mide la vida humana por los años, asignando un lugar de privilegio a la juventud, descartando y despreciando a las personas que les expresan lo que es propio de lo humano: lo limitado, temporal y efímero. Esto no se tolera ya que atenta contra la omnipotencia propuesta por un capitalismo del deseo que es muy rentable. Estamos en el inverso de otras culturas como la latina, donde la vejez se asociaba a sabiduría, de hecho senado proviene de senectud, elegían a las personas más experimentadas para tomar decisiones. Borges escribió:

La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)

puede ser el tiempo de nuestra dicha.

El animal ha muerto o casi ha muerto.

Quedan el hombre y su alma.

Vivo entre formas luminosas y vagas

que no son aún la tiniebla.

Una forma de discriminación al adulto mayor que está tan naturalizada que hasta se promociona es lo que se denomina "edadismo" que se caracteriza por dirigirse a la persona con un tono de voz que suele utilizarse con los niños pequeños, incluso tratarlos como tales, por ejemplo en las “casas de retiro” los llenan de globos y los hacen bailar, como si después de todo el trayecto en este mundo solo les quedara tener que ser parte de un circo sin espectadores o con espectadores sordos, tienen mucho para aportar, pero la sociedad no quiere escuchar.

No solo el edadismo alcanza a los mayores, sino también a la sociedad entera: jóvenes de 20 se sienten que tienen que vivirlo todo por que a los 30 el mercado de la atención ya deja de tener interés en ellos, crisis de la mediana edad a los 60, adolescentes de 50 que compiten con sus hijos. El consultorio se llena de incertidumbre: "no me dan las cuentas", "quiero dejar de ser un adulto funcional", "no tengo tiempo".

El psicoanálisis tiene una mirada circular del tiempo, de hecho se lo piensa como si fueran mesetas que se superponen, es decir, nuestro presente es único pero nuestra elaboración psíquica en el ahora transforma el pasado y nuestro proyección de futuro. Además el espacio terapéutico tiene la configuración de lo que Augé llamó alguna vez un "no lugar" es decir fuera del tiempo, una llave que da a nuestro jardín secreto.

En un escrito dedicado a su hijo, Aristóteles quería dejar claro que la primera virtud de la inteligencia es la prudencia ya que esta permite la pausa, el silencio, una mirada, la reflexión.

Detenerse.

A veces necesitamos solo volver a apreciar la brisa que recorre nuestro cuerpo o entregarnos al mundo de los sueños con la curiosidad exploratoria que alguna vez nos perteneció en nuestro primer mundo y olvidarnos del tiempo por un rato.

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